Two types of furniture

 
 
 
 

In Mexico, we mainly find two types of furniture: the affordable and accessible for the majority of the people and those sold at very high prices for a small segment (0.8% of the Mexican population). The first can be divided into two categories: those manufactured locally and those imported. One example of those manufactured locally comes to mind: a pine bed with poly legs that I used throughout my childhood and adolescence, a bed that my dad reinforced more than once so that it would last from my birth until my 20s, when I moved out of my parents' house.

On the other hand, there are imported furniture (which are often imitations) that can be classified into two styles: "antique" with a lot of ornamentation and rough in their construction, like any chair or armchair upholstered in vinyl or velvet and with a lot (unnecessary) quilting, and "modern" which are often made of plastic injection with chrome metal details, like any imitation chair of the Charles and Ray Eames.

In the essay "It's Hard to Find a Good Lamp" published in 1993 by Donald Judd, he writes very accurately:

 "The imitation of antique furniture symbolizes aspiration and the imitation of modern furniture symbolizes status. Generally, the first is in the home and the second in the office, sometimes one or the other in both, and rarely the reverse".


I think in this case he very accurately describes the current situation in Mexico, despite the fact that Donald was talking about furniture in New York in the nineties.

 

Talking about furniture that is sold at very high prices for a small "design" segment, it can also be divided into two categories: those manufactured locally and those imported. The first ones, as happens to the local fashion industry, it is very difficult to make their way into the small local market (0.8% of the Mexican population, apparently), which can pay for better materials and greater attention to manufacturing detail. However, with small production lots, prices go up, making it not very competitive in a market that is not only small, but also “malinchista”.

On the other hand, there are imported furniture that are usually sold in dollars and sometimes in euros (which now is the same thing). This furniture often has an impeccable production and an author, and sometimes they are a very good investment (like eny Herman Miller office chair) if you are willing to pay a surcharge, import taxes and wait 6 months for delivery.

 
 
 
 
 
 

For my part, most of the furniture I have designed is still quite expensive due to their construction methods and complex design, and each piece of furniture is made to order. We have made a great effort to lower prices, but the furniture is handmade, one by one. These would be cheaper if they were manufactured by the hundreds, but there would still be considerable manual work, as is already the case with some of my designs that are exported in large lots.

It is important to note that lower prices require large numbers, which means a large investment and, above all, distribution. However, it is often difficult to achieve this, as the greatest profit usually goes to the producer (not necessarily the factory), the retailer and the logistics provider. The greater the distribution, the more for the intermediary, which forces costs to be lowered, which affects the design, quality and profit of the author. That is why, sometimes, it is more profitable for the investor to pay the costly mold of a well-known chair, like any chair by Charles and Ray Eames.

In recent years, my proposal is to export furniture on demand. This poses the challenge of immediacy, in a context where almost anything can be bought and arrive the next day (or the same day if you order it early). What do we do when we take 5 to 8 weeks to deliver? We try to offer promptness and warmth in attention, adaptation and, above all, design and production solutions. And most importantly, we are trying to be producers, which combines that profit and my profit into one, leaving only the retailer as an extra. In a post-corona scenario, it is easier to sell online anywhere in the world. As Donald Judd says: 


 "Our furniture goes around the world, but only one at a time".

The next step is to produce "good design" where it is consumed (the utopia) to eliminate the cost of logistics, which sometimes exceeds the cost of the furniture. However, I still see it as very difficult. I have heard of many projects that had that premise, but for some reason they have not yet been successful. I suppose the closest thing to that currently are the furniture that are sold on the streets (like my pine bed) with a B2C (business to consumer) model from the workshop to the customer, completely eliminating the retailer, distributor and also the designer. Another example of this is Oscar Hagerman, whose chairs are sold in various villages in the country and in contemporary art galleries.

 

Personally, I have carried out a couple of projects in different universities in the country or even with artisans, but we always come up against the capitalist paradigm of design: innovation and efficiency for profit, not necessarily for production, and much less for the public. It is difficult.

 
 

 

Dos tipos de muebles.

 

En México, encontramos principalmente dos tipos de muebles: los económicos y accesibles para la mayoría de la población y los que se venden a precios muy altos para un pequeño segmento (0.8% de la población mexicana). Los primeros se pueden dividir en dos categorías: los fabricados localmente y los importados. Me viene a la mente un ejemplo de los fabricados localmente: una cama de pino con patas de polín que utilicé durante toda mi infancia y adolescencia, cama que más de una vez mi papá reforzó para que durara desde mi nacimiento hasta mis 20 años, cuando me mudé de casa de mis padres.

 

Por otro lado, están los muebles importados (que a menudo son imitaciones) que se pueden clasificar en dos estilos: "antiguos" con mucho ornamento y toscos en su construcción, como cualquier silla o sillón tapizado en vinipiel o terciopelo y con mucho (innecesario) capitonado, y los "modernos" que a menudo son de inyección de plástico con detalles en metal cromado, como cualquier silla imitación de la Charles y Ray Eames.

 

En el ensayo "Es difícil encontrar una buena lámpara" publicado en 1993 por Donald Judd, escribe muy acertadamente:

"La imitación de muebles antiguos simboliza aspiración y la imitación de muebles modernos simboliza estatus. Por lo general, el primero está en el hogar y el segundo en la oficina, a veces uno u otro en ambos, y rara vez al revés".

Creo que en este caso describe muy bien la situación actual de nuestro país, a pesar de que Donald hablaba de los muebles en Nueva York en los años noventa.

 

Hablando de los muebles que se venden a precios muy altos para un pequeño segmento de "desain", como se les llama por ahí, también se pueden dividir en dos categorías: los fabricados localmente y los importados. Los primeros, tal como le sucede a la industria de la moda local, es muy difícil abrirse paso en el pequeño mercado local (0.8% de la población mexicana, al parecer), que puede pagar mejores materiales y mayor atención al detalle de fabricación. Sin embargo, con pequeños lotes de producción, los precios suben, haciendo que sea poco competitivo en un mercado que además de pequeño, es malinchista. Por otro lado, están los muebles de importación que suelen venderse en dólares y, a veces, en euros (que ya es lo mismo). Estos muebles suelen tener un autor y una producción impecable (no todos) y, a veces, son una muy buena inversión (como una silla de oficina Herman Miller) si estás dispuesto a pagar un sobreprecio, los impuestos de importación y esperar 6 meses de entrega.

 

Por mi parte, la mayoría de los muebles que he diseñado siguen siendo bastante costosos debido a sus métodos de construcción y su diseño complejo, y cada mueble es hecho sobre pedido. Hemos hecho un gran esfuerzo para bajar los precios, pero los muebles son hechos a mano, uno a uno. Estos serían más baratos si se fabricaran por cientos, pero aun así habría un trabajo manual considerable, como ya es el caso de algunos de mis diseños que se exportan en grandes lotes.


Es importante tener en cuenta que los precios más bajos requieren grandes números, lo que significa una gran inversión y, sobre todo, distribución. Sin embargo, a menudo es difícil lograrlo, ya que la mayor ganancia suele ir al productor (no necesariamente a la fábrica), al minorista y al proveedor de logística. Cuanto mayor sea la distribución, más para el intermediario, lo que obliga a bajar costos, lo que afecta al diseño, la calidad y la ganancia del autor. Por eso, a veces le resulta más rentable al inversionista pagar el costoso molde de una silla conocida, como cualquier silla de la Charles y Ray Eames.

 

En los últimos años, mi propuesta es exportar muebles sobre pedido. Esto plantea el desafío de la inmediatez, en un contexto donde se puede comprar casi cualquier cosa y llegar al día siguiente (o el mismo día si se pide temprano). ¿Qué hacemos cuando tardamos de 5 a 8 semanas en entregar? Tratamos de ofrecer prontitud y calidez en atención, adaptación y, sobre todo, solución en diseño y producción. Y lo más importante es que estamos tratando de ser productores, lo que combina esa ganancia y mi ganancia en una sola, dejando solo al minorista como extra. En un escenario post-corona, es más fácil vender en línea a cualquier parte del mundo. Como dice Donald Judd:

"Nuestros muebles dan la vuelta al mundo, pero solo uno a uno".

El siguiente paso es producir "buen diseño" donde se consume (la utopía) para eliminar el costo de logística, que a veces supera el costo de los muebles. Sin embargo, todavía lo veo muy difícil. He oído hablar de muchos proyectos que tenían esa premisa, pero por alguna razón todavía no han sido exitosos. Supongo que lo más cercano a eso en la actualidad son los muebles que se venden en las calles (como mi cama de pino) con un modelo B2C (business to consumer) del taller al cliente, eliminando por completo al minorista, distribuidor y también al diseñador. Otro ejemplo de esto es Oscar Hagerman, cuyas sillas se venden en varios poblados del país y en galerías de arte contemporáneo.

Personalmente, he realizado un par de proyectos en distintas universidades del país o incluso con artesanos, pero siempre nos topamos con el paradigma capitalista del diseño: la innovación y la eficiencia para la ganancia, no necesariamente para la producción, y mucho menos para el público. Es difícil.

 
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